Friday, 03 de May de 2024


+ Senado: crear nueva hegemonía + Antonio Gramsci, el senador 129




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Con un abrazo a Liébano Sáenz

Si las dirigencias partidistas y entorno presidencial quisieran tratar de entender los comportamientos de las bancadas en rebeldía del PAN y del PRD en el Senado, deberían releer --o leer-- a Antonio Gramsci, el teórico comunista italiano de la hegemonía que se ha aparecido como el senador 129.

 

 

En la Cámara de Senadores las bancadas del PRD y del PAN no están enfrentando nada más porque sí a sus dirigencias, sino que existe una estrategia más de fondo, de largo plazo y con objetivos de transición democrática: la construcción de una nueva hegemonía política, un modelo casi calcado de las reflexiones de Gramsci para romper con el modelo soviético de revolución proletaria.

 

 

A diferencia de otros comportamientos de las bancadas --como el Grupo de los Cuatro de 1997--, ahora existe un plan de vuelo: diagnóstico de la crisis, identificación de las soluciones, creación de un directorio político y definición de una propuesta de transformación política. Ahí fue donde se apareció el senador 129: la aplicación de un método para caracterizar la crisis, asumir el hecho de que la hegemonía gobernante --una coalición de grupos y organizaciones-- ya no es capaz de conducir las reformas, meter al país en una guerra de posiciones y buscar la construcción --ésta es la parte más importante-- de una nueva hegemonía política que puede asumir el liderazgo y la conducción de las transiciones.

 

 

De hecho, una mente estratégica es la que ha logrado consolidar la presencia del senador 129. El enfoque de la crisis actual es diferente a las concepciones que tienen desde el poder y sus ahora aliados --las dirigencias del PAN y del PRD--: ya no se trata de una crisis de reorganización política o de procedimientos funcionales sino de una crisis orgánica, es decir, de la estructura. “La crisis consiste”, señala la apreciación teórica de Gramsci, “precisamente en que muere lo viejo sin que pueda nacer lo nuevo”. Fue la crisis que arrasó con la transición democrática de Mijail Gorbachov en la Unión Soviética, en tanto que en España Adolfo Suárez operó simultáneamente --a través de los Pactos de la Moncloa-- la liquidación del franquismo con la construcción democrática.

 

 

La conducción política del PRI y sus nuevos espacios presidenciales no han alcanzado para lograr la reconstrucción de la república, ni siquiera con las alianzas con el PAN y el PRD. Ante la limitación de algunas reformas pactadas, en el Senado se está construyendo una nueva hegemonía --alianza de grupos dominantes con dirección política-- pero alternativa a la del Pacto. Ahí es donde se percibe lo que Gramsci estableció en la lucha política: la guerra de posiciones, y ya no de movimientos. De hecho, la guerra de posiciones es la lucha política por ganar la dirección política de la sociedad, justamente lo que están haciendo las bancadas panista y perredista en el Senado con sus treinta propuestas de reforma no de la funcionalidad política sino del régimen en sí con su objetivo del sistema semiparlamentario.

 

 

Ante la imposibilidad de garantizar mayorías homogéneas --el PRI ganó la presidencia de la república con el 28.94% de los votos como partido y el 38.2% por su alianza con el Partido Verde-- y la imposibilidad de reformar por la existencia de una oposición PAN-PRD de 57%, la salida fue el Pacto, sólo que en ese acuerdo se dio una limitación comprensible: el consenso limitado por un espacio de enfoques reformistas imposibles por la presencia del PRI. La alianza de senadores del PAN y del PRD, al margen de sus direcciones de partido, en realidad no han respondido a presencias calderonistas o lopezobradoristas sino en realidad a la profundidad de las reformas: las del Pacto se limitan a la funcionalidad del sistema y las de las bancadas se fueron hasta la reforma del régimen político.

 

 

Las confrontaciones entre los partidos del Pacto y los senadores panistas y perredistas reformistas se mueven en el escenario de la guerra de posiciones de Gramsci y en la construcción de una nueva alianza política plural en función de una reforma del régimen, la que debió de haberse explorado en el 2000 con la alternancia partidista en la presidencia de la república. La cohesión de los senadores reformistas deja ver los indicios de una nueva hegemonía por la alianza plural que logró construir en su convocatoria a partir de la iniciativa de gobiernos de coalición que emitieron personalidades de todos los partidos y de todas las ideologías en octubre del 2011.

 

 

El diagnóstico de la crisis debe llevar a entender la profundidad del agotamiento del viejo modelo de desarrollo político priísta. La alianza en el Pacto del PAN y del PRD como partidos permitió avanzar más allá del sólo nuevo maquillaje del sistema político. Sin embargo, un nuevo liderazgo político se ha ido construyendo desde la crisis política de 1994 en torno a la reforma del régimen. En este sentido y en torno a la división política en tres tercios se cumple con otra de las apreciaciones de Gramsci: la crisis de una hegemonía dominante se transforma en crisis de autoridad.

 

 

Ante la reconfiguración política del país y las dos propuestas de reforma --la del Pacto y la de los senadores del PAN y del PRD--, las respuestas de Gustavo Madero, Jesús Zambrano y César Camacho han sido limitadas a sólo desavenencias en las élites y se han tratado de encarar con  actos de autoridad que no resuelven la crisis, porque los senadores panistas perdieron a su líder Ernesto Cordero pero todos los reformistas seguirán siendo senadores con votos válidos. De ahí que la crisis en el liderazgo político del país también cumpla con las dos caracterizaciones de Gramsci: la imposición de reformas o la reactivación de grupos sociales.

 

 

(Como ayuda de memoria en www.grupotransicion.com.mx se publica un cuaderno de trabajo sobre las iniciativas de reforma política, la del 2011 y la de 2013; “Reforma política o reforma del poder”)

 

 

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